Subí al autobús lo más rápido posible, pagué el viaje y me senté en el primer asiento libre. Miré el reloj y me di cuenta lo tarde que era. Suspiré, resignado, por la bronca que recibiría al llegar a casa. Me puse a mirar el móvil y al levantar la cabeza lo vi. Estaban en el medio del autobús, un chico y una chica. Él no paraba de decirle cosas indecentes y manosearla, mientras la chica intentaba por todos los medios separarlo. Todo el mundo miraba indignado, pero nadie hacía nada. Contemplaba la escena reflexionando qué hacer: podía ayudarla, echar a aquel chico del autobús y ser un héroe. Era lo correcto, lo justo. El autobús llegó a mi parada. Me tenía que bajar ya, sino llegaría demasiado tarde a casa. Bajé en la parada. Alguien haría algo, ¿no? Las puertas se cerraron tras de mí, y solo me dio tiempo a ver esas miradas impasibles pensando lo mismo que yo. El autobús se marchó, y me di cuenta de lo que acababa de hacer cuando giró la esquina. Todos éramos parte del problema, éramos cómplices de esa situación.
Carlos Vasserot, 2º Bachillerato C
Tercer Premio del concurso de microrrelatos contra la violencia de género "Rompiendo Techos de Cristal"
Recuérdeme
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