La venida de la Asunción a Málaga fue el resultado de varias casualidades –providencias de Dios, diríamos en cristiano-:
En Málaga, y en otras ciudades de Andalucía, se acoge con entusiasmo el proyecto de fundación. Obtenidos los permisos civiles y eclesiásticos, se alquila un piso en la calle Nosquera, nº 7, cercano al convento de las Catalinas, cuya campana les serviría de guía en esos primeros tiempos. De aquel primitivo enclave hoy ya no queda nada. En el mes de enero de 1865 las primeras 4 religiosas se ponen en camino. Largo viaje de un mes por barco… El 6 de febrero llegan a Málaga. “El sr. Heredia y su familia y amigos nos han recibido mil veces mejor de lo que hubiéramos podido esperar” dicen en sus cartas. Y se instalan momentáneamente en el Asilo de San Manuel, dirigido por las Hermanas de la Caridad hasta su traslado a la calle Nosquera, primer convento de una larga serie “peregrinaciones” por distintos barrios de Málaga: Plaza del General, hoy plaza de San Ignacio, calle de la Victoria y el que parecía sería su ubicación definitiva en Barcenillas en el Camino Nuevo. No fue así. La quema de conventos e Iglesias, en la trágica noche del 12 de mayo de 1931 acabó con el convento-colegio, con su gran parque y su espléndida Capilla, una de las más bellas de la Congregación. Después ya nada se pudo reconstruir. Las Religiosas huyeron, algunas a Gibraltar, otras se alojaron en casas particulares.
Una carta a la Superiora General, avalada por 34 páginas de firmas, pide la vuelta de las religiosas. Y volvieron en 1933 para instalarse ahora en un pequeño chalé del paseo de Sancha, Villa Cele-María. En estos momentos la ayuda eficaz y desinteresada de las antiguas alumnas logró mantener el colegio abierto hasta final de curso.
Tras el estallido de la guerra civil, en el que fueron martirizadas dos antiguas alumnas –su causa de beatificación acaba de ser introducida- las religiosas tuvieron que dispersarse de nuevo hasta que en 1937 abrieron de nuevo el Colegio en Villa Clara, en la Caleta. El edificio pronto se queda pequeño y hay que ir pensando en un edificio más grande, que sea definitivo. Los altos de Pedregalejo ofrecen el lugar idóneo. Tras un breve paso por Villa Driades, hoy nuestro vecino colegio de la Presentación, el 30 de abril de 1939 se coloca la primera piedra. El curso 1943-44 abre sus puertas a las alumnas. Pronto se adquiere la finca contigua donde se instala la escuela taller de San José del Tomillar, siguiendo la tradición de todos nuestros colegios: tener una obra social, una escuela gratuita en un momento en que no había conciertos educativos, para poder ayudar a las hijas de las familias menos favorecidas, tradición que se empezó en Málaga ya desde los lejanos tiempos de Barcenillas. El 9 de noviembre de 1952 se inaugura la espléndida capilla gótico-mudéjar, con su torre vertical hacia el cielo que quiere marcar el destino último del hombre, con sus cerámicas, sus vidrieras multicolores que crean un ámbito propio para la oración silenciosa y el recogimiento. Y alberga una bellísima Inmaculada, pequeñita talla barroca, de gran dulzura, probablemente de la escuela de Alonso Cano, ante la que tantas generaciones han rezado.
El 6 de marzo de 1865, en el pequeño pisito de la calle Nosquera, las primeras religiosas abran sus puertas a las 14 primeras alumnas, unas internas, otras mediopensionistas. ¿Qué pretenden estas religiosas en su obra educativa? Las mismas constantes que han presidido y seguirán presidiendo toda la obra educativa de la Asunción -nuestro carisma- a lo largo y ancho del mundo y a través también de los siglos:
Los medios pueden ser muy variados: desde un colegio como el nuestro, que abarca desde los 0 a los 18 años y más en los ciclos formativos, hasta la educación informal en convivencias, asociaciones para escolares como scouts, asuntillos, extraescolares, trabajo en parroquias con jóvenes, con adultos, con niños, con inmigrantes, grupos de Asunción Juntos, Asunción Joven, Misión compartida, fomento del deporte, etc.
En cualquier ámbito donde la Asunción trabaje, nuestro objetivo será siempre el mismo: Dar a conocer y hacer amar a Jesucristo y transformar la sociedad según su Evangelio. Somos deudores y seguidores de una larga tradición y nos corresponde a nosotros, hoy, hacer que esta semilla, sembrada un lejano 30 de abril de 1839 por una jovencísima Mª Eugenia Milleret y 5 compañeras más, y que se ha convertido en un frondoso árbol, siga creciendo con el mismo espíritu que ha animado a tantas generaciones en tan distintos lugares de nuestro mundo.
Recuérdeme
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